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Qué incluye
- Excursión con guía local.
Cancelación gratuita hasta 1 día
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El rugido inicial rompe el silencio en Alcúdia, y basta un giro de acelerador para que el ruido del pueblo quede atrás. Pronto, la carretera cede paso a caminos de tierra que bordean la bahía de Pollença, donde el aire mezcla sal marina, pino y polvo seco. El paisaje cambia rápido: curvas abiertas, subidas suaves y el mar que aparece entre árboles como una sorpresa.
La luz también cambia. A un lado, el azul abierto de la costa; al otro, la sombra de los pinos y el relieve tranquilo de la isla. La brisa entra por la visera del casco, trae el sabor de lo salado, el olor de la vegetación baja. Hay trayectos donde el quad parece flotar sobre el terreno, y otros donde vibra, firme, sobre la piedra.
No se trata únicamente de conducir, sino de mirar. A los lados, muros de piedra seca, fincas silenciosas, alguna torre solitaria. En ciertos tramos, la costa se deja ver de golpe, como si no quisiera avisar. La ruta avanza hacia la península de Formentor, donde la pendiente se acentúa. El aire se vuelve más nítido. Subiendo hacia el mirador del Colomer, el paisaje se abre de forma inesperada. El Mediterráneo se impone sin límites, y el acantilado cae con vértigo hasta romperse en espuma.
Allí, el ruido se detiene. Solo queda el viento, las gaviotas, el crujido leve de alguna rama. Una pausa para respirar, contemplar, dejarse impresionar. A un lado, la Serra de Tramuntana; al otro, el azul que no se acaba. Hay quien toma una foto. Otros prefieren simplemente mirar.
La vuelta tiene otra cadencia. La luz cae, los perfiles se suavizan, y el cuerpo, algo más suelto, guarda el pulso del viaje.
¿Preparado para salir del mapa durante unas horas? Súbete al quad… y que el paisaje te escriba la ruta.