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Todo lo que puedes hacer en Faro del Caballo
Información útil
El Faro del Caballo está situado en el monte Buciero, junto a la bahía de Santoña, en Cantabria. Se trata de un enclave natural rodeado de acantilados, mar abierto y frondosos senderos que lo convierten en uno de los lugares más singulares de la costa cantábrica. El acceso comienza con una ruta a pie por el monte, que atraviesa caminos de tierra y zonas de vegetación. Tras este recorrido inicial se llega a la parte más conocida: las escaleras que descienden directamente hacia el faro, construidas en la roca y con vistas espectaculares sobre el mar Cantábrico. No es posible acceder en coche ni en transporte motorizado. El camino es únicamente peatonal y forma parte de la experiencia de la visita.
La ruta requiere una buena condición física, ya que combina senderismo por terreno irregular con un tramo de escaleras muy pronunciadas. Aunque no es una actividad técnica, sí demanda esfuerzo tanto en la bajada como, sobre todo, en la subida de regreso. El recorrido no es recomendable para personas con problemas de movilidad, vértigo o dificultades respiratorias. Tampoco está adaptado para carritos de bebé ni para sillas de ruedas. Quienes se animen a realizarlo deben estar preparados para un esfuerzo considerable, que se compensa con las vistas y la sensación única de llegar hasta el faro
Las escaleras son uno de los elementos más característicos de la visita. Se trata de un descenso de más de 600 peldaños, tallados directamente en la roca y con un desnivel muy acusado. Durante la bajada se disfruta de panorámicas espectaculares sobre los acantilados y el mar. Sin embargo, la subida posterior puede resultar exigente, ya que requiere esfuerzo físico sostenido y no hay puntos intermedios de descanso amplios. Por esta razón, las escaleras del Faro del Caballo se han convertido en parte esencial de la experiencia: un desafío físico que añade intensidad a la visita.
El Faro del Caballo está en un entorno natural sin servicios, por lo que conviene llevar calzado adecuado, agua suficiente y protección solar en épocas de calor. El recorrido no cuenta con barandillas en todos sus tramos, por lo que se debe extremar la precaución. Además, en días de lluvia o humedad el terreno puede volverse resbaladizo, lo que incrementa la dificultad. En definitiva, la visita exige preparación y cuidado, pero a cambio ofrece una de las experiencias más auténticas y memorables de la costa cántabra.