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Se levantan en la costa occidental de Tenerife, dentro del municipio de Santiago del Teide. Desde el mar parecen una muralla vertical que supera en algunos puntos los 600 metros de altura. La magnitud de la roca cayendo sobre el océano es lo que convierte este lugar en una de las postales más impresionantes de Canarias. Para llegar, lo más sencillo es acercarse hasta la localidad de Los Gigantes, donde las vistas se imponen nada más llegar al puerto o al paseo marítimo. Desde el sur de la isla, el trayecto en coche dura alrededor de una hora y forma parte habitual de las rutas por el suroeste tinerfeño. No es necesario un acceso controlado ni hay entrada: basta con llegar a la zona para empezar a contemplarlos.

Las paredes caen directamente al mar, por lo que no se puede llegar a pie hasta su base. Aun así, hay espacios preparados para contemplarlas con comodidad. El mirador de Archipenque es el más popular y dispone de una zona adaptada donde se puede parar en coche sin dificultad. También el puerto deportivo de la localidad permite disfrutar de buenas vistas desde el paseo marítimo. Estos puntos resultan adecuados para quienes viajan con carritos de bebé o tienen movilidad reducida, sin necesidad de caminar largos tramos ni afrontar pendientes exigentes. Otros miradores secundarios existen en la zona, pero no todos cuentan con la misma accesibilidad. Conviene escoger los más acondicionados si se busca una visita sin complicaciones.

Hay dos formas principales de contemplar el paisaje: desde tierra y desde el mar. Desde tierra, el mirador de Archipenque ofrece una panorámica completa, con el pueblo en primer plano y los acantilados cerrando el horizonte. A lo largo de la carretera hacia Tamaimo se encuentran también otros puntos de observación menos concurridos, ideales para quienes buscan tranquilidad. La diferencia es que suelen estar menos señalizados y no siempre disponen de zonas preparadas. Desde el mar, las excursiones en barco que parten del puerto deportivo acercan hasta la base de la pared, ofreciendo la sensación real de su altura. Para quienes prefieren algo más activo, también es posible hacerlo en kayak, siempre que las condiciones del océano lo permitan.

Junto al puerto deportivo, en la propia localidad, existe una piscina natural de agua salada construida entre las rocas. No está directamente unida a los acantilados, pero sí es una de las formas más agradables de disfrutar del entorno sin necesidad de embarcarse. La entrada es gratuita y se utiliza como zona de baño tranquila, con escaleras para acceder al agua y terrazas donde descansar. Es un espacio frecuentado por familias y vecinos, especialmente en los meses de verano. Conviene tener en cuenta que no cuenta con arena, sino con plataformas de cemento y roca, por lo que resulta recomendable llevar calzado adecuado para el baño.