Subirás por la ladera del volcán mientras el aire se hará más ligero y la vegetación cambiará sin que te des cuenta.
Escucharás al guía contar cómo se formó este paisaje mientras el vehículo avanzará por carreteras que cruzan roca y pino. Llegarás a la base del teleférico y allí te detendrás un instante, mirarás a tu alrededor, reconocerás formas esculpidas por el tiempo. Subirás a la cabina, te elevarás sobre barrancos y coladas antiguas, y poco a poco ganarás altura. A medida que asciendas, notarás cómo el silencio te envolverá y te sorprenderás con la vista que se abrirá bajo tus pies.
Alcanzarás la estación superior y te tomarás un momento para orientarte. Desde allí verás otras islas, líneas costeras lejanas y un mar de nubes que cubrirá el horizonte como una sábana. Pasearás por los senderos autorizados, sentirás el crujido del suelo bajo tus pies, contemplarás el cráter dormido, recordarás imágenes que creías olvidadas y entenderás que nada se compara con estar allí. Escucharás el viento cruzar entre las piedras, pensarás en quién estuvo antes y en quién vendrá después.
Al regresar, mirarás hacia arriba una vez más, como si intentaras grabar esa imagen en tu memoria.
Te llevarás algo invisible pero nítido: la certeza de haber estado en un lugar que habla sin palabras. Volverás al punto de partida con otra mirada.