Inaugurado en 1883, fue el primer puente colgante de gran tamaño construido con cables de acero y durante años se consideró una de las maravillas de la ingeniería moderna. Su construcción simbolizó el progreso de la ciudad y la unión de dos de sus distritos más relevantes: Manhattan y Brooklyn. Más allá de su función práctica, el puente se convirtió en un emblema cultural y un icono visual de Nueva York. A día de hoy sigue siendo referencia en el urbanismo moderno y escenario de incontables obras de cine y literatura.
