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Se trata de la mayor explotación minera de oro a cielo abierto del Imperio Romano, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997. Su singularidad radica en cómo la ingeniería romana transformó el paisaje mediante la técnica de la “ruina montium”, que utilizaba el agua para derrumbar montañas enteras. El resultado es un entorno de arenas rojizas y formas caprichosas que, siglos después, se ha convertido en uno de los paisajes más espectaculares de la península.

Existen varios itinerarios señalizados que recorren el paraje, adaptados a diferentes niveles. Destacan el Sendero Perimetral, que rodea el conjunto, y las rutas que conducen al Mirador de Orellán o a la Cuevona. Estos recorridos permiten adentrarse en los túneles excavados por los romanos y disfrutar de vistas panorámicas del entorno natural del Bierzo.

El Mirador de Orellán es el más célebre, ya que ofrece una panorámica completa del conjunto de montañas rojizas. Desde allí se aprecia la magnitud de la intervención romana y el contraste con la vegetación de castaños que rodea el paraje. Otros puntos de observación, como el Mirador de Chao de Maseiros, ofrecen perspectivas diferentes que complementan la experiencia.

El paso del tiempo ha permitido que la vegetación recubra los restos de la explotación minera, creando un paisaje en el que conviven historia y naturaleza. Los bosques de castaños centenarios aportan frescor y color al contraste rojizo de las montañas. Este equilibrio convierte a Las Médulas en un ejemplo de cómo la huella humana puede integrarse con el entorno natural hasta formar un paisaje cultural único.

La UNESCO las declaró Patrimonio Mundial por ser un testimonio excepcional de la ingeniería romana y por el valor paisajístico que han adquirido con el tiempo. Las Médulas representan la interacción entre técnica, explotación de recursos y transformación del medio natural. Este reconocimiento internacional asegura su conservación y refuerza su importancia como referente histórico, cultural y natural.