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La Senda del Oso se asienta sobre un antiguo trazado ferroviario minero que unía los valles de Trubia con las minas de carbón de Quirós y Teverga. Tras el cierre de la actividad en los años 60, el recorrido quedó en desuso hasta que en la década de los 90 se recuperó como vía verde. Este proceso de transformación permitió conservar parte del patrimonio industrial y convertirlo en un espacio accesible para el ocio y el turismo activo. Hoy, caminar o pedalear por la senda supone recorrer un pedazo de la memoria minera asturiana. Los túneles excavados en la roca y los viejos puentes ferroviarios son testigos de esa historia, y se han integrado en un itinerario natural que combina paisaje, cultura e industria.

La Senda del Oso atraviesa desfiladeros, bosques de castaños y ríos de montaña que acompañan buena parte del recorrido. Los túneles y viaductos aportan un carácter distintivo, creando una sensación de aventura en contacto directo con la naturaleza. Los contrastes entre zonas abiertas y estrechos cañones hacen que la ruta mantenga un ritmo muy variado y atractivo. A lo largo del camino también se pueden visitar pequeños pueblos como Proaza o Caranga, que conservan la arquitectura popular asturiana. En las cercanías se encuentra además el cercado osero, un espacio que alberga osos en semi-libertad y que recuerda la importancia de este animal en la cultura y el imaginario de la región.

Los valles de Quirós, Teverga y Proaza ofrecen una serie de enclaves que enriquecen la experiencia más allá del recorrido natural. En Proaza destaca la Torre medieval y su casco histórico, mientras que en Teverga se encuentra la colegiata de San Pedro y el Parque de la Prehistoria, con réplicas de arte rupestre. Quirós, por su parte, conserva molinos, caserías y una tradición ligada a la montaña. Estos pueblos son además un buen punto de contacto con la gastronomía local, desde la fabada asturiana hasta los quesos de la zona. De esta forma, la Senda del Oso no se limita al recorrido, sino que se integra en una experiencia cultural y gastronómica más amplia.

Una de las curiosidades más comentadas es el origen de su nombre: procede de la presencia histórica de osos en la zona, símbolo del territorio asturiano. Aunque la población salvaje se ha reducido, la figura del oso se ha convertido en emblema cultural y turístico. El cercado osero es, en este sentido, un recordatorio de esa tradición. Otra curiosidad es que el recorrido es considerado una de las vías verdes más emblemáticas de España, ejemplo de reconversión de patrimonio industrial en un espacio de ocio sostenible. Este carácter pionero ha convertido a la Senda del Oso en un modelo para otras iniciativas de recuperación de infraestructuras mineras y ferroviarias.