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El Atomium está situado en el barrio de Laeken, al norte de Bruselas. Se construyó con motivo de la Exposición Universal de 1958 y, aunque nació como una instalación temporal, se convirtió en uno de los símbolos permanentes de la ciudad. La estructura, que representa un átomo de hierro ampliado millones de veces, combina arquitectura futurista con un fuerte valor simbólico. Hoy es uno de los iconos de Bélgica y una de las atracciones más fotografiadas de Europa. Su silueta se reconoce desde distintos puntos de la capital y forma parte del paisaje urbano tanto como la Grand Place o el Palacio Real.

Sí, gran parte del Atomium se puede recorrer por dentro. Algunas de sus esferas están conectadas mediante escaleras mecánicas y permiten descubrir cómo está construida la estructura desde su interior. No todas las esferas son accesibles al público, ya que algunas se utilizan para fines técnicos o de mantenimiento. Sin embargo, las abiertas ofrecen exposiciones, miradores y espacios de restauración. La experiencia de caminar por el interior de un icono arquitectónico como este es uno de los grandes atractivos de la visita.

El Atomium alberga tanto exposiciones permanentes como temporales. Entre las primeras, destacan las que narran la historia del propio edificio y su relación con la Exposición Universal de 1958. Las muestras temporales cambian a lo largo del año y suelen estar vinculadas a la ciencia, el diseño o la cultura contemporánea. Esta rotación convierte cada visita en una oportunidad distinta, ya que los contenidos se renuevan con frecuencia. En cualquier caso, el enfoque está siempre en ofrecer una combinación de divulgación y experiencia visual adaptada a todos los públicos.

La esfera más alta del Atomium funciona como mirador y ofrece una de las panorámicas más amplias de Bruselas. Desde allí se distinguen tanto el centro histórico como zonas más modernas y periféricas. En días despejados, la vista alcanza hasta el puerto de Amberes o incluso la llanura flamenca que rodea la capital belga. La perspectiva ayuda a situar la ciudad en su entorno y a comprender mejor su tamaño y diversidad. Es un punto especialmente popular al atardecer, cuando las luces de la ciudad empiezan a encenderse y la estructura metálica refleja los últimos rayos del sol.

El complejo cuenta con un aparcamiento propio situado junto al recinto, lo que facilita llegar en coche y dejar el vehículo a pocos metros de la entrada. Este servicio es de pago, pero resulta la opción más cómoda para quienes viajan en familia o con poco tiempo. En los alrededores también existen zonas de estacionamiento público y parkings adicionales, especialmente útiles en los días de gran afluencia. La señalización en la zona ayuda a encontrar estas alternativas con facilidad. Gracias a estas opciones, visitar el Atomium en vehículo privado no supone un inconveniente, ya que siempre hay soluciones de aparcamiento disponibles.