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Información útil

Su fama se debe a una tradición que combina arquitectura, jardinería y vida cotidiana. Desde hace siglos, las casas cordobesas se organizan en torno a patios interiores que, con el tiempo, se llenaron de flores, pozos y fuentes. Esta costumbre fue reconocida por la UNESCO en 2012 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Más allá de la estética, los patios representan un modo de vida mediterráneo, en el que la frescura, la convivencia y el cuidado de la naturaleza forman parte del día a día.

En cada patio destacan macetas con gitanillas, geranios y claveles, además de pozos, suelos empedrados y rejas de hierro forjado. Algunos también incorporan elementos mudéjares o renacentistas que refuerzan su carácter artístico. Lo más llamativo es la creatividad de cada familia en la disposición de las plantas, que convierte a cada patio en una obra efímera y personal.

Los patios se reparten por diferentes zonas, pero los barrios más tradicionales son San Basilio, Santa Marina y San Lorenzo. Estas áreas conservan el trazado histórico de la ciudad y mantienen viva la costumbre de abrir las casas a los visitantes. Recorrerlos permite descubrir rincones menos turísticos y comprender la esencia de la vida vecinal cordobesa.

Las flores no son solo decoración, sino el corazón de la tradición. La variedad de especies y la intensidad de los colores aportan frescura y belleza al espacio, mientras que el aroma de jazmines y azahares envuelve la experiencia. Este protagonismo floral convierte a los patios en escenarios ideales para la fotografía y en un símbolo de la identidad cordobesa.

Cada mes de mayo se celebra el Concurso de Patios, donde los vecinos compiten por mostrar el patio más bello. Esta cita convierte a Córdoba en un festival de color y música que atrae a miles de visitantes. Además, los patios han inspirado a poetas, pintores y músicos, que los han convertido en emblemas artísticos más allá de la ciudad.