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La Giralda es el campanario de la Catedral de Sevilla y uno de los monumentos más reconocidos de la ciudad. Su construcción comenzó en el siglo XII como alminar de la mezquita almohade y, tras la conquista cristiana, se transformó en torre campanario. Este origen dual la convierte en un ejemplo único de cómo distintas culturas dejaron huella en el mismo edificio, y su silueta se ha consolidado como símbolo indiscutible de Sevilla.

La torre mide más de 100 metros de altura, lo que la convirtió durante siglos en una de las más altas de Europa. Su base almohade se levanta con ladrillo y decoración de sebka, mientras que el cuerpo superior, de época renacentista, incorpora el campanario y la estatua del Giraldillo como veleta. Esta fusión de estilos islámicos y cristianos la convierte en un referente arquitectónico de alcance internacional.

Al llegar a la cima, los visitantes disfrutan de una de las mejores panorámicas de Sevilla: la Catedral, el Alcázar, el Barrio de Santa Cruz y, en los días claros, incluso la sierra cercana. Las vistas refuerzan la relación entre la Giralda y la ciudad, mostrando por qué sigue siendo un punto de referencia tanto histórico como urbano.

A diferencia de otras torres medievales, no se accede por escaleras sino por una serie de rampas amplias que permitían subir incluso a caballo. Este diseño práctico es uno de los rasgos más característicos de la torre. La subida resulta cómoda y permite ir descubriendo diferentes perspectivas de la Catedral y del centro histórico a medida que se avanza hacia la cima.

El Giraldillo, estatua de bronce que corona la torre, es considerado la escultura de mayor tamaño realizada en el Renacimiento europeo. Representa la fe victoriosa y se ha convertido en un símbolo en sí mismo. Además, la torre ha resistido terremotos y transformaciones urbanas, manteniendo su carácter como emblema de la ciudad y como una de las torres más admiradas del mundo.