No vas a tener que elegir entre mar o montaña. Ni entre un paseo tranquilo o descubrir un sitio con historia. Esta excursión mezcla un poco de todo, y lo hace bien.
En Altea, subirás por calles blancas, de esas que se calientan al sol, hasta que de repente aparece el mar entre las casas. Si el día acompaña, puede que suene una guitarra desde algún rincón. Luego, en Guadalest, toca montaña. Y piedra. Y cuestas. Pero también rincones que sorprenden, balcones con vistas inesperadas y alguna tienda que guarda más de lo que parece.
Y cuando el cuerpo pide un respiro, llegan las Fuentes del Algar. Cascadas, pozas, sombra y agua fría. Ideal para quien se anima a un chapuzón, pero igual de agradable si prefieres quedarte con los pies en remojo.